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26-3-2014|9:47|Semana de la memoriaEspeciales

La ESMA en 13 fotos: del horror a la memoria

 

El fotógrafo de Infojus Noticias Leo Vaca revisó archivos fotográficos donde estuviera retratada la Esma, desde su construcción en 1928, pasando por su época de Escuela previa a la última dictadura, el período 76-83, el regreso de la democracia y la actualidad. Para cada imagen de archivo hizo una nueva toma que funcionara como contrapunto. El resultado son estas 13 fotos, que van acompañadas de fragmentos de testimonios de sobrevivientes de la Esma y familiares de desaparecidos que han declarados en los juicios de lesa humanidad conocidos como Esma I, II y III.



"Hace una semana visité la ESMA por primera vez porque en 37 años no pude hacerlo. Vi el horror. Todavía se conserva el olor a pánico y a la tortura. Aquí hubo un genocidio y no quiero que los represores caminen al lado de mis hijos". (Graciela Mastrogiácomo, hermana de Marta, desaparecida).



“Cuando llegamos, nos dejaron en un lugar donde había escalones que nos condujeron al sótano. Me pusieron un número colgado del cuello: el 404 y a Daniel el 041. Cuando me subieron a Capuchita escuché gritos de espanto, dolor, terror. Sentía olor a miedo”. (Liliana María Andrés, sobreviviente y esposa de Daniel Antokoletz, desaparecido).



“Se escuchaban ruidos de cadenas y gente caminando con grillos en los pies. Estuve acostada en la colchoneta al lado de mi hermana, no podíamos hablar pero sabíamos que estábamos al lado, cerca, juntas. No podíamos hablar ni tocarnos”. (Adriana Suzal, sobreviviente).

“Después de casi 40 años, renace la esperanza de que pueda haber justicia por la tragedia más grande de nuestra historia. Aunque no se cura el dolor, la justicia es reparadora”. (Teresa Meschiati, sobreviviente del centro clandestino La Perla. Sus padres estuvieron en la ESMA y fueron liberados).

“El desarraigo, los miedos al abandono, son parte fundamental de las consecuencias y del plan que los tipos pensaron. Al fin tenemos voz los hijos y los sobrevivientes y los familiares después de todo el silencio por los miedos. De alguna forma soy feliz, pero sé que falta mucho.” (María Eva Basterra, estuvo secuestrada cuando tenía dos meses.)



“Hablábamos para preguntarnos los nombres, quiénes éramos. Era un acuerdo tácito: el que sale de aquí tiene que contar. No todos lo lograron. Algunos salieron aterrorizados de la ESMA, se olvidaron hasta de cómo se llamaban, renunciaron a su trabajo, a su militancia. Pero nosotros sentíamos que contar lo que habíamos visto era una cuestión de dignidad”. (Carlos Loza, sobreviviente)

“Me empecé a sentir libre cuando se instaló el concepto de memoria, cuando la ESMA dejó de ser un fantasma para pasar a ser un espacio al que podamos ir y cuando empezaron a estar las primeras sentencias”. (Eduardo Giardino, sobreviviente)



“A la ESMA se entraba para morir: la muerte ya estaba predecidida, vivir era la excepción. Los oficiales de Inteligencia se reunían los martes y se juntaban para decidir quiénes iban a seguir viviendo un tiempo más”. (Martín Gras, sobreviviente)



“Exijo saber por qué se la llevaron, quién dio la orden, quién la ejecutó, qué pasó con ella, dónde están sus restos. El derecho de una madre no acaba nunca. Aún cuando no esté en este mundo, voy a seguir exigiendo saber dónde está”. (Marta Vásquez, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Su hija María Marta y su yerno César Lugones están desaparecidos.)



“Era humillante: se turnaban para violarme. Me sentía peor que una cucaracha porque no podía moverme ni escapar: cada minuto era como un siglo. Me quería morir, pero ellos hacían lo que querían. Eran los dueños del poder". (Mirta Pérez, sobreviviente).

“El desaparecido es como que sigue estando, porque el cuerpo no está. Mi hermana era alegre, cantábamos juntas, le gustaba la vida. En nombre de mi hermana, más que nada para que los imputados sepan: los 30 mil desaparecidos siguen presentes”. (María Laura, hermana de Mónica, desaparecida).



“Nos llevaron a un lugar que luego supe que era la ESMA. Nos separaron de mi mamá y no la vi nunca más. Éramos dos pulguitas de dos y cuatro años”. (Eva Victoria Marín, estuvo secuestrada con su hermano Pedro. Su mamá María Cristina Solís está desaparecida y su papá Francisco se tomó la pastilla de cianuro.)



“Juntaban a varias embarazadas en un piecita de paredes de cartón prensado. Después de parir les dejaban el bebé una semana o, a lo sumo, quince días. El primer parto que presencié era de Ana de Castro. Tenía los pechos destrozados por la picana. Cuando la criatura nació, Ana estaba desesperada por saber si era normal”. (Sara Solarz de Osatinsky, sobreviviente.)