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16 de Marzo 2016 - 13:19 hs
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13-3-2014|21:10|Lesa Humanidad Nacionales
Se juzga a cinco represores por delitos cometidos en perjuicio de 204 víctimas

El Vesubio: “Al no estar el cuerpo, el duelo no se puede elaborar”

Seis testigos declararon hoy en el juicio por ese centro clandestino. Marcelo Conti, hijo del escritor Haroldo, relató los efectos familiares de una desaparición. Lo mismo hicieron los hermanos Josefina y Francisco Giglio, cuyos padres están desaparecidos. El Vesubio está considerado como uno de los centros clandestinos con más actividad.

  • Sol Vazquez
Por: Laureano Barrera

Se terminó el tiempo de las pericias. Durante dos semanas, el juicio por los crímenes del Vesubio estuvo virtualmente detenido mientras el Cuerpo Médico Forense y los peritos de parte le hacían pericias psiquiátricas en las que examinaban la salud del ex teniente coronel Jorge Raúl Crespi, que cumple prisión domiciliaria. Hoy, seis testigos reanudaron los relatos sobre lo sucedido en el Vesubio. El Tribunal Oral Federal N°4, integrado por los jueces Néstor Costabel, Horacio Barberis y Eduardo Carlos Fernández, está juzgando a cinco hombres en Comodoro Py por privación ilegítima de la libertad y tormentos cometidos en perjuicio de 204 víctimas.

Haroldo y los efectos de la represión

El primero en declarar fue Marcelo Conti, hijo de Haroldo, el escritor secuestrado en una isla del Tigre. “Como todo familiar, al no estar el cuerpo, el duelo no se puede elaborar. En el caso de mi hermano, fue difícil crecer sin un padre que encima era conocido. Eso es lo que lograron”, dijo Marcelo cuando la fiscal Gabriela Sosti le preguntó por los efectos de la represión ilegal en su familia. “Esperemos que después de 40 años, pueda haber una pista sobre lo que pasó”.

Marcelo relató que supo por testimonios de sobrevivientes que su padre compartió el cautiverio con Raymundo Glayzer, uno de los fundadores del “Cine de Base”. Haroldo Pedro Conti militó en el frente cultural del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y fue un hombre versátil: además de escritor y novelista, fue maestro de escuela primaria, profesor de latín, empleado de banco, piloto civil, nadador y navegante. Hoy, la fiscalía le preguntó a su hijo si había recuperado el viejo Renault 6 de su padre. Marcelo tuvo una sonrisa sarcástica. “Eran parte del botín de guerra. Les sacaban las patentes y se los quedaban”.

Los viejos represores miraban de reojo a los testigos, y veces parecían dormitar. El ex oficial de Inteligencia del Ejército Gustavo Adolfo Cacivio, alias “El Francés” –también está siendo juzgado en La Cacha-, seguía el debate con la mirada atenta. También estuvieron presentes Néstor Norberto Cendón, Federico Antonio Minicucci y Faustino José Svencionis.

El Vesubio funcionó en Camino de Cintura y Riccheri entre abril de 1976 y noviembre de 1978, y dependía operacionalmente de la Brigada de Infantería Mecanizada X. Junto con la ESMA está considerado como uno de los centros clandestinos con más actividad. Por allí pasaron 1500 secuestrados.

Una piedra en el agua

También fue el turno de los hermanos Josefina y Francisco Giglio. A pesar de ser hijos de desaparecidos, fueron a testimoniar por el secuestro de su abuelo, Eduardo Cazalas. “Estuvo vendado un mes, esposado con esposas de metal a una estufa, escuchando la radio todo el tiempo”, contó Josefina, que es periodista. A su abuelo lo secuestraron el 8 de junio y lo soltaron un mes después. Fue una pinza que se cerró en toda la provincia: esa misma noche, secuestraron al cuñado de su padre Oscar Bossier en Mones Cazón. Era veterinario y fue interrogado por un policía que era compañero de la escuela primaria. También a su abuela paterna, a su hermano y su sobrino, en La Plata. El objetivo era claro:

-Tu hija es la mujer más buscada de toda la provincia, le dijo a Eduardo un cuñado que era brigadier, cuando aún estaba libre.

Un año y medio después, la hija de Eduardo  –mamá de Josefina y Francisco- fue secuestrada. La vieron en el Banco y en el Atlético. Continúa desaparecida.

“Cuando nos ponemos a hablar con la familia, para recordar detalles, terminamos de armar el mapa de lo que había sido la persecución familiar. Que fue un dispositivo en toda la familia. Abre el obturador, porque antes las víctimas eran puntuales. Pero son como esa piedrita que tirás al agua y se expande en círculos concéntricos”, dijo a Infojus Noticias Josefina después de dar su testimonio, en el bar del noveno piso de Comodoro Py, junto a su hermano Francisco.

Salir a la superficie

También declaró Víctor Manuel Calefa, militante del OCPO (Organización Comunista Poder Obrero) junto a su compañera Marina Dolores Sosa de Resta, que pasó por el Vesubio. En Semana Santa de 1976, fueron secuestrados en la casa de la mujer con el hijo de 10 años, en Villa del Parque, y llevados a la madrugada a un destacamento en una caminera de Palomar, que Calefa conocía porque era cerca de su casa. Su compañera estuvo en El Vesubio, luego pasó a Devoto y con una opción, salió del país rumbo a España. Él pasó por Campo de Mayo “donde salí a la superficie”, y luego en la comisaría 6ta incomunicados, después el palacio de justicia, y de ahí a la cárcel de Devoto. También estuvo en la cárcel de La Plata. Al año de vivir en el destierro, Marina murió. “No soportaba el exilio”, dijo su compañero.

La pareja de ex detenidos Ariel Adhemar Rodríguez Celin y Marisa Elida Serra Villar fueron los que más datos aportaron sobre la sobrevida en el centro clandestino. Los secuestraron el 28 de junio de 1976 y los liberaron el 13 de julio. Fueron salvajemente torturados y Ariel perdió todos los dientes. Antes de liberarlos los hicieron lavarse y los dejaron en la esquina de su casa. Los secuestradores fueron las mismas personas que los liberaron. Ariel lo nombró con todas las letras: Pedro Duran Sáenz.

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