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14-5-2014|18:40|Lesa Humanidad Nacionales
Nueva audiencia por los crímenes en el mayor centro clandestino

ESMA: Hebe, la hija de un coronel retirado que se salvó de que la fusilaran

Declaró hoy Hebe Lorenzo, a quien secuestraron en julio de 1976. Era hija de un ex coronel peronista al que le dieron la baja en el ’55. La mujer tuvo paros cardíacos durante la tortura. Y en la ESMA un represor le dijo que al otro día iban a fusilarla, pero logró salvarla su padre.

  • Ilustración: kitsch.
Por: Natalia Biazzini

Cuando le dijeron que iban a sacarla del chupadero de la ESMA, Hebe Lorenzo pensó que los represores le estaban mintiendo otra vez. Era septiembre de 1976 y llevaba dos meses secuestrada por la Marina. La llevaron a una pieza y uno de los torturadores la insultó, le dijo a los gritos que no iba a salvarse porque su padre fuera militar. Horas después la metieron adentro de una bolsa de papas y la cerraron. La trasladaron en un auto y cuando la sacaron estaba frente a oficiales de la comisaría 31 de la Policía Federal. De ahí la trasladaron al penal de Devoto y quedó a disposición del Poder Ejecutivo. Hoy declaró desde el consulado argentino en París ante el Tribunal Oral Federal 5 de Comodoro Py que juzga delitos de lesa humanidad ocurridos en la última dictadura militar.

El 26 de agosto de 1976 hombres de civil la secuestraron junto a su novio Horacio Peralta en las cercanías de su casa de Belgrano. Los pusieron a los dos en un auto y los llevaron a la ESMA. Según declaraciones de Peralta en el juicio anterior de ESMA, se ensañaron con Hebe por ser hija de un coronel retirado: “A ella la torturaron peor que a mí. Tenían un odio muy fuerte hacia ella”. Hebe tenía 29 años, era actriz y como Horacio militaba en la Juventud Peronista.

-No sé lo que me va a pasar, pero acordate que soy la madre de Juan Carlos Dante Gullo- le dijo Ángela María Aieta de Gullo a Hebe. Estaban las dos acostadas en el piso, con grilletes y con la música muy fuerte. Fue uno de los pocos momentos que compartieron dentro de la ESMA.

Hebe recordó que la madre del dirigente de Montoneros fue trasladada un miércoles en los vuelos de la muerte.

La fiscal Mercedes Soiza Reilly también le preguntó por otros compañeros de cautiverio. Hebe recordó a Inés, una chica que lloraba “mañana, tarde y noche”, pero que nunca supo su apellido.

La hija del militar

El coronel Alberto Lorenzo fue militar hasta 1955, año que la denominada Revolución Libertadora lo destituyó por ser peronista. Desde ese año hasta que se murió –en 2004- trabajó en otros rubros. “Cuando estaba secuestrada, mi papá se levantaba todos los días a las cinco de la mañana para buscarme”. Uno de los torturadores del centro clandestino se dio cuenta de quién era hija. El ex coronel Lorenzo había sido su profesor de historia en la Escuela de Guerra. “Fue a buscarlo al trabajo y le dijo que yo estaba viva en la ESMA, que haga todo lo posible por sacarme de ahí porque iban a matarme”, contó.

En las sesiones de tortura, Hebe sufrió paros cardíacos. “Sé que me atendió un médico, un enfermero que decía: ‘Pare, tiene un ataque cardíaco’”, le dijo al tribunal. En los interrogatorios le preguntaron por su novio Horacio; por la “Negra Tota”, que era una compañera de militancia.

El 6 de septiembre de 1976 un torturador le dijo que al otro día iban a fusilarla. Esa noche no pudo dormir. A la mañana siguiente un guardia fue a sacarle el grillete y escuchó que por radio alguien le decía: “Número 365, orden anulada”. Ese era su número de identificación dentro de la ESMA. “El guardia me dijo: ‘Te salvaste petisa’. Con el tiempo me enteré que mi padre había hablado con Massera y fue él quien anuló la orden”.

Semanas después, Hebe fue trasladada al penal de Devoto. En abril de 1977, fue liberada y partió a la ciudad de Asunción, en Paraguay. Allí estuvo un tiempo con libertad vigilada. En octubre estaba acomodada en París y se había contactado con militantes exiliados. Días antes del 17 de octubre, se organizaba en París un festival por el Día de la Lealtad y pidieron ayuda a un comité de exiliados para cocinar empanadas.

Un hombre que decía ser compañero tocó el timbre de su departamento. “Nos llamó la atención porque a cocinar no ayudó y nos hizo muchas preguntas. En la fiesta, una compañera lo reconoció: era el ‘Ángel de la Muerte’”. Cuando se dio cuenta que muchos lo miraban, el marino Alfredo Astiz escapó. Una vez más había intentado camuflarse entre militantes políticos para hacer tareas de Inteligencia. 

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