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13-3-2014|19:21|Lesa Humanidad Nacionales
Nueva audiencia en los tribunales de Comodoro Py

ESMA: “Mi identidad es un trabajo de reconstrucción permanente”

En el juicio por la megacausa ESMA hoy declaró Arturo Gasparini, hijo de Juan y de Mónica Edith Jáuregui. A ella la asesinaron en 1977: una patota ametralló la casa donde vivían y murió en el acto. Arturo, de 5 meses, y su hermano Emiliano, de casi 2 años, se salvaron.

  • Ilustración: kitsch
Por: Natalia Biazzini

En el verano de 1977, un grupo de tareas de la ESMA secuestró al periodista Juan Gasparini. Después de torturarlo, lo llevaron hasta la puerta de su casa en Almagro. Le ordenaron que tocara el timbre y que hiciera salir a su mujer con cualquier excusa. Gasparini se negó y los militares ametrallaron todo el lugar. Mónica Edith Jáuregui murió en el acto. Sus hijos Arturo, de cinco meses, y Emiliano, de casi dos años, estaban con ella. Antes de morir, Mónica los escondió debajo de la cama y los bebés se salvaron. Hoy son sobrevivientes. “Mi identidad es un trabajo de reconstrucción permanente”, declaró hoy el hermano menor al Tribunal Oral Federal N°5 que juzga delitos de lesa humanidad sucedidos en la ESMA.

Eran casi las cuatro de la tarde y Arturo ya estaba en su lugar de testigo en los tribunales de Comodoro Py. Los abogados todavía se estaban acomodando en sus asientos, después de un breve cuarto intermedio. Antes habían declarado los sobrevivientes María Rosa Paredes y Roberto Barreiro, un matrimonio que estuvo secuestrado en ESMA en 1979.

Ese 11 de enero de 1977 los militares se llevaron a los hermanos Gasparini y los abandonaron en la ex Casa Cuna. Ahí estuvieron por dos meses, hasta que los fue a buscar su abuela materna, Norma Campana.  

En la casa de Almagro Mónica estaba con su amiga Azucena Victorina Buono. Los balazos también la alcanzaron a ella y murió en el acto. Juan estuvo secuestrado en la ESMA durante dos años y después fue liberado. Los tres eran militantes de Montoneros.

A los pocos meses del asesinato de Mónica, los tíos maternos se llevaron a los hermanitos a Brasil. Juan se les unió cuando recuperó la libertad. Partieron a Suiza, donde vivieron toda la juventud. En 2000, Arturo viajó de Ginebra a la Argentina para recuperar su historia. “Mi familia me fue contando distintos relatos, tramos de mi vida y de mis raíces. Ahora vivo en una chacra en El Bolsón con mi mujer y mi hija”, confió al tribunal.

Hace unos años el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) encontró los restos de Mónica y Azucena en una fosa común del cementerio de Chacarita. Estaban enterradas como NN.

“Desde que éramos chiquitos nuestro papá nos contó cómo había muerto nuestra mamá, cómo lo secuestraron a él y cómo nos exiliamos. Cuando crecimos empezaron las preguntas”, relató Arturo con un leve acento europeo.  

En Suiza los hermanos no tenían elementos para investigar. En los ‘90, cuando ya empezaban a querer saber más, Internet recién estaba empezando a desarrollarse. Y en Argentina el debate sobre el terrorismo de Estado recién emergía.

“Cuando vine a la Argentina tenía 30 años. Fui a la ex Casa Cuna y descubrí que durante diez días fuimos anónimos con mi hermano. Entramos con nombres falsos. Nos pusieron Diego y Carlos. Un oficial nos llevó a la Casa Cuna y se hizo responsable por nosotros y decidía sobre nosotros”, agregó. Gasparini dijo que en su mochila traía fotocopias de toda la documentación que consiguió en la ex Casa Cuna, hoy Hospital Pedro de Elizalde.

“Mi abuela me contó que yo tenía una infección muy grande en la espalda. Desconozco por qué no me curaron”, dijo el testigo. Lo que tampoco sabía Arturo era que en la sala, a pocos metros de él estaba un integrante del grupo de tareas que asesinó a su mamá. El represor Ricardo Miguel Cavallo nunca levantó la vista y solo se dedicó a tomar notas en su notebook.

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