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20-4-2015|17:55|Lesa Humanidad Nacionales
El viernes declaró el médico que los entregó

Sabrina y la búsqueda de su "melli" desaparecido

Fue adoptada de buena fe por un matrimonio, pero en 2008 se enteró que era la hija biológica de Tulio “Tucho” Valenzuela y Raquel Negro, dos militantes montoneros. Con su identidad restituida supo también que tenía un hermano que siempre la había buscado -hijo de su mamá con una pareja anterior-, y un mellizo, que continúa desaparecido.

Por: Laureano Barrera

El médico Miguel Ángel Torrealday la entregó el 27 de marzo de 1978 al agente de Inteligencia Daniel Amelong con sus propias manos. Sin embargo, 37 años después y después de ser indagado por la justicia, a Sabrina Gullino Valenzuela Negro no la desvela que vaya preso. “Tiene cerca de 80 años y la justicia es lenta, va ir con prisión domiciliaria y seguramente no va a contar nada, porque no se va a incriminar a sí mismo”, repasa al otro lado del teléfono, en un largo diálogo con Infojus Noticias.

Y no la desespera que pague sus deudas con la ley porque sabe que hay algo más importante: a partir de su declaración indagatoria, espera que la justicia ponga el foco en la clínica que Torrealday manejó: el Instituto de Pediatría Privada de Paraná (IPP), del cual retiraron junto con ella a su hermano mellizo, aún desaparecido. “La justicia tiene la oportunidad histórica de investigar un eslabón necesario de complicidad con el robo sistemático de bebés”, dice Sabrina. 

Torreladay no sólo fue uno de los cuatro socios fundadores del IPP, en 1972. También fue secretario de Salud de la provincia de Entre Ríos desde 1973 a 1976, y asesor del Ministerio de Salud provincial hasta 2011, cuando su nombre fue mencionado por varias enfermeras de su instituto durante el juicio por los crímenes del Hospital Posadas. De esos testimonios derivó la causa judicial en la que se busca al hermano de Sabrina, por la que debió ampliar su declaración indagatoria el viernes pasado. El juez federal Leandro Ríos lo imputó como partícipe necesario en concurso ideal de la retención y el ocultamiento, y por la supresión del estado civil en ambos casos.

Aunque sigue llamando papá y mamá a sus padres adoptivos, que llegaron a ella legalmente y nunca se lo ocultaron, Sabrina sabe desde el sábado 20 de diciembre de 2008 que es la hija de Tulio “Tucho” Valenzuela y Raquel Negro, militantes montoneros. “Cuando yo estaba por ir a Abuelas de Rosario, llegó el cabito de mi pueblo, Ramallo, y me dijo que mis padres estaban citado en una causa en la justicia federal de Paraná. Que eran causas por narcotráfico o secuestro de personas”, recuerda. “Le dije a mi viejo, que era bioquímico, si no le había hecho algún favor a un milico y me habían entregado a cambio. Me dijo que no y que me ofreció el expediente de adopción”.

Cuando llamó al teléfono que aparecía en la cédula de citación, la secretaria del juzgado le explicó un poco. En 2006, un represor que había estado en la Quinta de Funes, Eduardo Constanzo, enojado con sus camaradas del Destacamento de Inteligencia 121 del segundo Cuerpo de Ejército, había prendido el “ventilador”. Entre las revelaciones que hizo, dijo que la hija de Raquel Negro había sido abandonada en un convento rosarino. Como en esa época no había ninguno, la abogada de la filial de Abuelas de Plaza de Mayo, Ana Oberlin, pidió las fichas de lo más parecido que había, el Hogar del Huérfano, en la ciudad de Rosario. En esas escalinatas había terminado abandonada. Allí la llamaron “NN María Andrea”, hasta que la adoptó de buena fe el matrimonio Gullino.

Con su identidad restituida supo el resto. Quiénes habían sido sus padres. Que tenía un hermano que siempre la había buscado -Sebastián Álvarez, hijo de Raquel Negro con una pareja anterior-, y un mellizo desaparecido. Cómo y dónde había nacido. En diciembre de 2009 Sabrina se encontró con otro hermano: Matías Espinosa Valenzuela, el nieto restituido número cien, hijo de Tulio con Norma Espinosa. Sabrina, Matías y Sebastián continúan la búsqueda del “melli”.

Raquel Negro.

Tulio y Raquel

En la proximidad del Mundial de Fútbol de 1978, Tulio Valenzuela –Tucho era su nombre de guerra- era uno de los pocos integrantes de la conducción montonera que seguían vivos y en el país. Pero el 2 de enero de 1978, un grupo operativo del Destacamento de Inteligencia 121 del segundo Cuerpo de Ejército que les seguía los pasos, lo secuestró junto con su compañera, Raque Negro y el pequeño Sebastián, que entonces tenía dos años. Raquel hacía siete meses que esperaba mellizos. Fueron “chupados” en la puerta de la tienda Los Gallegos, de Mar del Plata.

Los trasladaron a la Quinta de Funes, un centro clandestino de las afueras de Rosario donde Leopoldo Galtieri, jefe del Segundo Cuerpo de Ejército, había montado un laboratorio y tramaba una operación de contrainteligencia para asesinar a la cúpula guerrillera, que había salido al exilio y estaba, en su mayoría, activa en México. Ese fue el nombre que adoptó la maniobra, Operación México: Tucho debía volar a tierras azteca e infiltrarse en las bases de operaciones de sus compañeros, vigilado de cerca por espías del Ejército argentino, que esperarían el momento para entrar en acción. Raquel y su hijo quedaron como garantía y como rehenes. Los padres de Sabrina tuvieron una última charla, en la desolación de Funes, en la que decidieron los pasos a seguir. Tucho viajó simulando colaboración, y cuando estuvo en México, burló a sus captores y denunció la operación públicamente.

Fue la sentencia de muerte para Raquel, aunque lograron que llevaran al pequeño Sebastián, de un año y medio, a la casa de sus abuelos maternos, en Santa Fe. Cautiva, la llevaron al Hospital Militar de Paraná, la maternidad clandestina por excelencia de la Unidad Regional 2. En los primeros días de marzo de 1978, Sabrina nació en la Sala de Maternidad del Hospital Militar de Paraná junto con su hermano mellizo. Raquél fue asesinada casi inmediatamente. Los médicos civiles Berduc y Ferrarotti discuten: los bebés no podían estar allí, sin área de neonatología.

El 4 de marzo, Sabrina fue trasladada al IPP. El 10 de marzo fue llevado su hermano. Las fechas, la prueba de que provenían del Hospital Militar, quedaron registradas en el acta de ingresos y egresos del Instituto. Y en la sentencia del primer juicio oral de la provincia de Entre Ríos, en 2011, donde fueron condenados ex miembros del II Cuerpo del Ejército: Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Dionisio Pagano, Jorge Alberto Fariña y el anestesista del Hospital Militar Juan Antonio Zaccaría. “Hace tres días nos enteramos que murió preso, en su casa, atragantado con un pedazo de carne”, cuenta Sabrina.

Tulio "Tucho" Valenzuela.

NN López

Pero el juicio a la patota de Galtieri dejó mucho más que la sentencia. “Se comprobó que el mellizo varón, salió con vida del Instituto de Pediatría Privada. Lo contrario que siempre habían dicho los militares: que había nacido muerto”, dice Sofía Uranga, querellante del juicio por Área Paraná y abogada de Sabrina. Y hubo una confesión de las enfermeras, que rompieron in situ un pacto de silencio. “En la instrucción habían dicho muy poco, y fue tanta la conmoción, que empezaron a contar todo lo que sabían, y empezaron a enfrentarse con las jerarquías médicas”.

El IPP había sido fundado en 1973 por los médicos Torrealday, Ángel Schroeder, David Vainstub y Jorge Rossi. A mediados de 1977, decidieron armar un espacio para brindar el servicio de internación. Crearon la Sala de Neonatología, un espacio pequeño con seis incubadoras y dos cunas. Las enfermeras contaron en el juicio oral que había una incubadora sin nombre con un cartelito que decía: NN López. Que se murmuraba que había un bebé que era hijo de “una subversiva”. Que si habían entrado con alguna afección, los mellizos se habían repuesto.

A partir de esos testimonios, se desprendió la causa “NN López”, que investiga el IPP y busca el destino del Melli. Pero los testimonios concluyeron que de los cuatro dueños, sólo Torrealday manejaba –en la práctica- el destino de los bebés. El 1 de abril fue citado a indagatoria. “Dijo que en la dictadura había sido perseguido político, que él mismo le había dado en el 2000 a Estela Carlotto el acta de ingresos y egresos”, explica la abogada Uranga. Pidió ampliar la declaración para el viernes pasado.

LB/RA

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